Wilma
Estoy sin luz en casa desde que pasó Wilma, hace ya más de 24 horas. Por lo demás, sólo se me ha roto un cristalito del baño. Tengo hasta agua caliente, un lujo.
Ayer por la tarde me di un paseo por el barrio, por South Beach, las imágenes eran de película. Nadie se esperaba que el huracán pegara tan fuerte. Gracias a Dios, aquí no llegó con tanta agua, pero el viento arrancó árboles, tiró farolas y semáforos, etc. Vi una furgoneta subida encima de un coche, no me digáis cómo, pero estaba puesta ahí arriba, increíble.
Ahora puede venir lo peor, desde el punto de vista logístico. El agua del grifo no se puede beber y la mayoría de tiendas están cerradas. Nadie tiene la nevera funcionando y no se puede cocinar. Sólo barbacoas. Miami huele a parilla.
En algunos puntos, pocos, están repartiendo agua y hielos. La gente hace colas de horas para que les den un par de botellas de 5 litos de agua, inexplicable.
La gasolina es otro de los problemas. Casi ninguna gasolinera está abierta. Las tres que hay, con colas kilométricas, claro.
Y luego está el toque de queda, que ya es de película. A partir de las 8 de la noche no se puede salir a la calle. Te pueden detener. Se trata de evitar accidentes en la calle, ya que no hay ni semáforos, ni farolas, ni nada; y de controlar posibles saqueos en tiendas que no tienen alarmas ni, muchas veces, ventanas.
En fin, todo bien, sin problemas mayores. Pero el asunto no es broma.