Boston Celtics

Ayer, así porque sí, mandó un mail el fenómeno de Emilio Manostijeras a las 4 de la tarde para ve si alguien se apuntaba al partido de las 8: Boston Celtics vs. Miami Heat, que aquí el de casa se pone después.

Eran las 6 y media y le llamé:

- ¿Qué, vamos?
- Venga, tío, yo voy directo desde la oficina. Nos vemos allí.
- Miro entradas al llegar.

45 minutos después estaba en downtown Miami regateando con los reventas. El que me vendió dos entradas, malísimas, por $25 -las dos- en la penúltima fila del gallinero -eso sí, centradas- me dijo que perdía dinero conmigo. Mentía.

Llega Emilio de traje a las 7 y media. Entramos. Se compra un enorme dedo rojo de espuma. Escalamos a nuestros sitios (ver fig.). Nos sentamos. Nos ponemos de pie para escuchar a una rubia cantar el himno nacional. Presentación de O´Neal, Wade, y el resto con las clásica llamaradas y música de Phil Collins con el pabellón a oscuras. Guapísimo.

Encienden las luces. Bajamos treinta filas a un par de sitios vacíos. Dejo de echar de menos las gafas que me he olvidado en casa. Las que nunca saco de la mesita. Nos sentamos detrás de una rubia de ésas que sólo hay en este país, y de su hijo de 8 años.

- Rafa, tío. ¿Cómo es posible que estemos viendo a los Celtics por la mitad de lo que me cuesta ver al Baza en Segunda B?

De paso vimos la mayor remontada en lo que va de temporada en la NBA.