Cayo Vizcaíno

El lunes, que tenía un merecido día libre después de haber trabajado el domingo anterior, me pasé el día en Crandon Park, sede del "quinto Grand Slam", el Nasdaq-100 Open, antes conocido como torneo de Cayo Vizcaíno.

En diez horas ininterrumpidas de tenis, saltanto de pista a pista, vi jugar a: Federer, Navratilova, Blake, David Ferrer, Roddick, Henman, Hass, Coria, Chela, Verdasco, Grosjean, Greul, Kirilenko, Mauresmo, Ivanovic, la chica de la foto de abajo y algunos más.

Me gusta mucho el tenis, pero en vivo, lo más que había visto era a Moyá en el Tenis Playa de Luanco.

Conclusiones:

1. El ambiente de tenis es pijísimo. Pese a ello, mola mucho.
2. Cualquiera que esté entre los 100 primeros del mundo juega pero que muy bien al tenis. Pero que muy muy bien.
3. El tenis femenino, en directo, es aburridísimo comparado con el masculino. La velocidad de la bola no es comparable y en cuanto una acierta con una esquina o un ángulo, se acabó el punto porque la otra no llega. No tiene nada que ver con machismos ni pijadas, es así.
4. Aún así, el tenis femenino es mucho más divertido que el baloncesto femenino.
5. Pese a todo, me fui del partido Sharapova-Kirilenko. Y la segunda es aún más guapa que la primera. O casi.
6. La forma de contar en tenis, todo eso de los sets y los juegos, es una genialidad. Eso lo sabíamos todos, pero te das cuenta de verdad cuando oyes jadear a un tío con bola de partido a favor, preocupadísimo, porque sabe que si no la aprovecha el otro cabrón se le puede venir arriba, y se la arma, aunque le lleva dando un baño durante hora y media.
7. En una pista de tenis para 13 mil personas, pegas un grito desde arriba del todo y te oyen todos, los 13 mil, perfectamente.



La foto es del partido contra Kirilenko, del que me fui durante el primer set. Sharapova perdió el primero, pero remontó y se llevó el partido.

Boston Celtics

Ayer, así porque sí, mandó un mail el fenómeno de Emilio Manostijeras a las 4 de la tarde para ve si alguien se apuntaba al partido de las 8: Boston Celtics vs. Miami Heat, que aquí el de casa se pone después.

Eran las 6 y media y le llamé:

- ¿Qué, vamos?
- Venga, tío, yo voy directo desde la oficina. Nos vemos allí.
- Miro entradas al llegar.

45 minutos después estaba en downtown Miami regateando con los reventas. El que me vendió dos entradas, malísimas, por $25 -las dos- en la penúltima fila del gallinero -eso sí, centradas- me dijo que perdía dinero conmigo. Mentía.

Llega Emilio de traje a las 7 y media. Entramos. Se compra un enorme dedo rojo de espuma. Escalamos a nuestros sitios (ver fig.). Nos sentamos. Nos ponemos de pie para escuchar a una rubia cantar el himno nacional. Presentación de O´Neal, Wade, y el resto con las clásica llamaradas y música de Phil Collins con el pabellón a oscuras. Guapísimo.

Encienden las luces. Bajamos treinta filas a un par de sitios vacíos. Dejo de echar de menos las gafas que me he olvidado en casa. Las que nunca saco de la mesita. Nos sentamos detrás de una rubia de ésas que sólo hay en este país, y de su hijo de 8 años.

- Rafa, tío. ¿Cómo es posible que estemos viendo a los Celtics por la mitad de lo que me cuesta ver al Baza en Segunda B?

De paso vimos la mayor remontada en lo que va de temporada en la NBA.

Keystone

Lo de la nieve en Colorado es otra cosa. Con la misma camarita con la que hicimos estas fotos sacamos un vídeo en el que agarramos nieve con las manos y se escapa como si fuera arena. Otro concepto de nieve polvo. En Colorado, la nieve no moja, así de simple. Es como si no fuese H2O.



El aeropuerto de Denver tiene dos cintas de ésas que escupen equipaje: una normal para las maletas y otra vertical para los esquíes.



Un solo remonte te sube a la cima de la montaña -Keystone son tres montañas-, pero tienes un montón de pistas por las que bajar. Es decir, poco número de sillas pero muchos kilómetros esquiables sin ver las máquinas.



Y luego, el esquí de noche, una pasada.