Jornada electoral
Ya tenemos ganador en las urnas. Bueno, en las máquinas electrónicas chupadoras de tarjetas perforadas. Ayer tuve la oportunidad de ver cómo en un “colegio electoral” (realmente era una habitación al lado de una piscina) cerraban la máquina en cuestión, metían los votos absentees (el voto por correo), mandaban los datos a la central y recibían una tira de papel como las del híper con los resultados. Los election judges (todos voluntarios de los partidos, no hay mesa como tal) eran bastante inútiles, y estuvieron a punto de tirar un montón de votos (unos 30 de 400 totales) porque la máquina los escupía. Al final, se los tragó. Justo después me echaron de allí –me pidieron una acreditación oficial, je, je- mientras me ofrecían una cookie, qué majas las señoras americanas.
En fin, que después de ver el sistema y de leer cómo en muchísimos sitios los election judges sólo ayudan a votar a los blancos –incluso sin prueba de identificación-, perforan como quieren el voto de gente muy mayor o disminuidos, o mandan de vuelta a los no wasps si no tienen dos identificaciones válidas, no me queda la menor duda de que las elecciones son un poco comedia. Además, siempre son en martes laboral, para fomentar el voto.
De todas formas, después de asistir a las fiestas republicana y demócrata de Glenview, un suburb al norte de Chicago, uno comprende mejor el resultado de estas elecciones. Un abogado de 80 años, demócrata, me dijo que yo era la primera persona de España que había conocido en toda su vida.
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