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domingo, enero 11, 2009

(Las Vegas)

Las Vegas, la ciudad parque de atracciones, no tiene sentido. Todo es irreal. Tu hotel es un castillo de Camelot, una pirámide de Egipto o una isla del tesoro. Luego te vas a cenar a la plaza de San Marcos o a la torre Eiffel. Y acabas la noche viendo un espectáculo del Circo del Sol en Nueva York o en Roma.

Pasar cuatro días aquí es como verse en el cine una película de 96 horas. En concreto, "Cariño, he encogido a los niños". Cada hotelito ocupa lo que una ciudad normal son media media docena de manzanas. Los shuttles que normalmente son furgonetitas, aquí son autobuses. La feria que he venido a cubrir, el CES (Consumer Electronics Show), ocupa no sólo el mayor centro de convenciones que he visto en mi vida, sino todas las salas de varios hoteles cercanos. Este año, como estamos en crisis, la asistencia ha bajado a... unas 130.000 personas. Hay 2.700 empresas exponiendo sus productos. En tres días sin parar de caminar me he dejado salas enteras de cientos de metros sin pisar.

Y luego está lo del juego, que también hacen que parezca de mentira. Los dólares se convierten en fichitas con dibujitos y rápidamente se olvida uno de que se está jugando los cuartos. Más rápido aún cuando te empieza a traer copas con una sonrisa la rubia de turno. Que no todos los días viene una chavala a invitarte a una tras otra.

Pero al final, cuando estás en la puerta de embarque para volver a casa, es como si nada hubiera pasado. Como los llantos y las risas en el cine, que se encienden las luces y se disipan en el olvido. Ya lo dice la publicidad de esta ciudad: What happens in Vegas, stays in Vegas.

Sobre todo, lo que se queda en Vegas, es el agujero en la cuenta, lo único real que uno se encuentra a la vuelta.

vegas
Vista desde el séptimo piso de la torre II del Excalibur.

3 Comentarios:

At martes, 13 enero, 2009, Anonymous Anónimo apunta...

Muy guapo lo que has escrito, Rafa.

 
At martes, 13 enero, 2009, Blogger Conch apunta...

Buenísima entrada y buah! qué foto! Eso es una montaña rusa entre los edificios?

 
At domingo, 25 enero, 2009, Anonymous Anónimo apunta...

Yo recuerdo poco más que un empacho gigantesco, después de ponerme las botas en uno de esos bufés libres por cuatro pelas que ofrecían los hoteles (gancho para que luego entres a jugar). Cuánto daño me hacen los bufés libres.

 

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